Abebe Bikila, el campeón que corría descalzo

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Tuve un profesor de matemáticas que había practicado el atletismo. Que lo había practicado y que lo amaba. Tanto que le recuerdo emocionado el día que, enseñando probabilidad, comenzó a escribir una serie combinatoria en el encerado. ABB, anotó. Pero no pudo seguir. Aquellas letras le hicieron recordar. Tanto que se giró reflexivo, medio ausente. Nos miró con semblante solemne y pronunció un nombre, Abebe, y un apellido, Bikila. Un deportista admirable, dijo. Un ejemplo.

Para quienes nada sepáis sobre él, decir que Abebe Bikila fue un atleta etíope. Un experto en largas distancias que pasó a la historia por un hecho excepcional: ¡fue capaz de ganar la maratón de los Juegos Olímpicos de Roma, en 1960, corriendo descalzo! No contento con semejante hazaña, aprovechó la ocasión para establecer una nueva plusmarca mundial con un tiempo de 2 h 15 m 16 s. Catacrack.

Sólo por lo anterior, Bikila merecía este post. Pero comprenderéis más aún a aquel profesor mío si os digo que Abebe volvió a ganar el oro olímpico en Tokio 1964. Esta vez con zapatillas, sí; aunque lastrado por una operación de apendicitis realizada semanas atrás. No le importó. Paró el reloj en 2 h 12 m 11 s. Nuevo récord del mundo. ¡Ding, dong!

La desgracia se cruzó en el camino de Abebe Bikila en forma de accidente de tráfico. Fue en 1969 y el campeón quedó inválido. No llegó a reponerse y falleció tempranamente, cuando contaba sólo con 41 años de edad. Desapareció su cuerpo, no su leyenda.

Un deportista admirable. Un ejemplo.

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