“La risa es el mejor invento de la humanidad”. Ya lo decía Groucho Marx, no hay nada mejor que reír y reír. Y es que la risa pone en marcha 400 músculos y actúa directamente en nuestro cerebro liberando endorfinas, las hormonas de la felicidad que estimulan los centros de placer de nuestro organismo.
Y en este hecho comprobado científicamente se basa la risoterapia. Si al reír nos encontramos mejor y logramos desdramatizar situaciones del día a día, ¿por qué no reír más? Esa es la doctrina que promulga la risoterapia. Y, ¿qué es exactamente la risoterapia? Es una técnica –no una terapia, ya que no cura enfermedades- psicoterapeútica que pretende crear estímulos mentales positivos a través de la risa.
Al contrario de lo que se pueda pensar, la esencia de la risoterapia no es un invento moderno. Los filósofos de la Grecia Clásica ya defendían sus virtudes, en la Edad Media los bufones amenizaban los grandes banquetes para mejorar la digestión de los comensales, etcétera y etcétera. Quizás el modo de provocar la risa mediante terapia sí es novedoso, pero el hecho de reír para encontrarnos mejor es tan antiguo como el ser humano.
La risoterapia se practica en grupo para aprovechar el efecto contagioso de la risa y se basa en practicar carcajadas, por lo menos, durante un minuto unas tres veces al día.
El reputado psiquiatra William Fry, asegura en uno de sus múltiples estudios sobre el tema que tres minutos de risa intensa son tan beneficios para la salud como diez minutos de ejercicio aeróbico. «Cuando nos reímos de verdad los pulmones pueden llegar a inspirar hasta doce litros de aire, en lugar de los seis habituales, lo que fortalece el corazón, facilita la digestión al hacer vibrar los intestinos, mejora el estreñimiento y fomenta el apetito sexual».
Así que está claro. Todos a reír.