Hablar de sufragio universal es hablar de derecho a voto. Más concretamente, del derecho a decidir mediante votación que tiene la totalidad de la población adulta de un Estado, sin restricciones por motivos raciales, de sexo, creencias religiosas o estatus social. Es, sin duda, un logro histórico, así como un rasgo característico de los sistemas políticos modernos.
Aunque pueda parecer algo muy normal, el sufragio universal no sólo no ha existido siempre, sino que ni siquiera se aplica actualmente en todos los países del mundo. En algunos como Arabia Saudita, China o Corea del Norte hay parte de la población que no puede votar; y hasta en los territorios más civilizados el camino ha sido largo y progresivo.
Antes del sufragio universal existieron otras modalidades de participación política más restrictivas como el sufragio censitario, que sólo permitía votar a hombres con unas determinadas condiciones socioeconómicas. La apertura fue permitiendo en el tiempo que también pudieran decidir las mujeres, las clases sociales más bajas y los analfabetos, entre otros extractos.
Un caso especial a la hora de votar es el de los extranjeros. En función del país, sus derechos son unos u otros. En unos lugares pueden votar solamente en elecciones locales; en otros son considerados solamente después de varios años de residencia, etc…
Países como España, México, Ecuador o Italia reconocen el derecho a voto de sus ciudadanos residentes en el exterior.