La palabra nacionalización resuena en muchos rotativos y telediarios. A pesar de ser un concepto familiar, muchos dudan de lo que significa nacionalizar una empresa y sus repercusiones.
Dicho de manera simple y llana, nacionalizar una empresa privada es transformarla en pública. Sin embargo, este proceso, que también se denomina socialización o nacionalización de los medios de producción, se refiere específicamente a la recuperación de una empresa extranjera al dominio del Estado. Para controlar el proceso de nacionalización, existe un decreto que señala la necesidad de la existencia de una empresa independiente que evalúe los activos y establezca 180 días para iniciar una negociación con los propietarios y fijar la cantidad de la indemnización.
Este proceso ha sido llevado a cabo por diversos presidentes sudamericanos de partidos socialistas. Así, el presidente de Bolivia, Evo Morales, en 2006, por ejemplo, tomó el control de los hidrocarburos que afectó a la española Repsol; en 2008 expropió las acciones de Telecom; en 2009 tomó el control de una subsidiaria de British Petroleum; y en 2010 asumió el mando de una firma minera de Glencore. Más recientemente, el 1 de mayo de 2012, Evo Morales nacionalizaba en Bolivia la Transportadora de Electricidad del grupo Red Eléctrica de España.
La presidenta argentina, Cristina Fernández Kirchner, anunciaba también en esa época la expropiación del 51% de las acciones de Repsol-YPF. Tanto Morales como Kirchner apoyan la nacionalización de las empresas bajo el discurso de que este proceso es una declaración de soberanía del pueblo argentino y boliviano. Sin embargo, la expropiación es un arma de doble filo, pues también disminuye la inversión de empresas extranjeras en los países propensos a llevar este proceso.
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