¿Qué es un Macguffin?

El curioso término Macguffin lo inventó Alfred Hitchcock, y, pese a que suene a una famosa multinacional de comida rápida, nada tiene que ver con las hamburguesas. Todo lo contrario, la palabra es un mecanismo literario íntimamente relacionado con la narrativa, con la escritura de guiones. El MacGuffin es un elemento invisible, o al menos de apariencia inalcanzable, utilizado como motor de un libreto y una película. El objetivo a lograr que, en realidad, tienen una importancia sucinta en el argumento, donde lo más importante acaba siendo la relación entre los personajes y la sucesión de trabas que superar para alcanzar dicho final. Un elemento que motive al protagonista -y/o al antagonista- a hacer cualquier cosa por alcanzarlo, pese a que normalmente se preste poca atención a la función real del dicho ‘objeto del deseo’. Lo que significa es más importante que sus propiedades, cualidades y usos. Ejemplos comunes son materiales tanto físicos como abstractos tales como el dinero, la gloria, la victoria, el poder… aunque, en otras ocasiones, es un objeto concreto que incluso se atreve a colarse en los títulos de las películas. A veces, pese a que la motivación exista, los escritores se niegan a revelar el MacGuffin, dado que no creen que posea una importancia real como entidad.

El mecanismo es habitual no solo en thrillers y films de misterio, sino también en las películas de aventuras. El ejemplo más claro -donde ha acabado convertido en una repetitiva parodia- eson las cintas de Indiana Jones. ‘En busca del arca perdida’ centra su mirada en el arca de la alianza; en ‘El templo maldito’, Harrison Ford debe dar con la piedra de Shankara; y ‘La última cruzada’ tiene el mayor tesoro entre los MacGuffins, el santo grial. No en vano, muy criticado fue el Macguffin de ‘Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal’, que ni siquiera convenció a Steven Spielberg.

Como bien decía Hitchcock, «en las historias de ladrones, habitualmente es un collar«, como él mismo demostró en ‘Atrapa un Ladrón’, «mientras que en las de espías son casi siempre los documentos», como ocurría, por ejemplo, en ‘Los tres días del Cóndor’. En su famosos libro de entrevistas con François Truffaut, el genio británico narraba un gracioso relato para explicar el fenómeno: «Quizás sea un nombre escocés, salido de una historia sobre dos hombres en un tren. Un hombre dice: «¿Qué es ese paquete del maletero?», y el otro responde, «Ah, eso es un McGuffin». El primero pregunta «¿Qué es un McGuffin?». «Bueno», dice el otro hombre, «es un cacharro para atrapar leones en las Tierras Altas Escocesas». El primero comenta, «Pero no hay leones en Escocia», y el otro responde, «Bueno, entonces eso no es un McGuffin!» Así que, ya vez, un McGuffin no es absolutamente nada»

Sin embargo, aunque Hitchcock popularizara el término, no era algo desconocido en la literatura y el séptimo arte previo. Así, uno de los casos cinematográficos memorables es el ‘Rosebud’ del «Ciudadano Kane» de Orson Welles, la última y misteriosa palabra que Charles Foster Kane pronuncia en su lecho de muerte (Por cierto, si el magnate estaba solo en su palacio Xanadu, ¿quién le oyó?). Asimismo, en ‘El Mago de Oz’ todos los protagonistas tratan de lograr cualidades abstractas que supuestamente no poseen. Aún así, al final reciben un artilugio que representa que ya lo tenían.

Del mismo modo, series de televisión se han construido íntegramente sobre un MacGuffin. ‘Cómo conocí a vuestra madre’, por ejemplo, incluso lleva el elemento en el título, aunque en realidad ‘la madre’ no afecte a la mayoría de las tramas, de manera similar a lo que significaba ‘Ryan’ para ‘Salvar al Soldado Ryan’. ‘Perdidos’, por su parte, no se molesto en revelar mucho de sus misterios, que, en palabras de sus creadores, no tenían importancia real, sino que eran elementos que servían para poner en marcha tramas y relaciones. Tampoco sabremos nunca lo que contenía el maletín de ‘Pulp Fiction’, el por qué de la desolación del apocalíptico mundo de ‘La Carretera’ o la razón por la que hay muertos vivientes en muchas de las historias sobre zombies. Los ejemplos son infinitos, aunque sería recomendable que los cineastas no abusaran de este recurso cuya existencia y aparición puede parecer forzada en el caso de no saber presentarlo. Un recurso que, por demasiado recurrente, puede acabar convertido en una broma.

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