Los cenotes son una de las formas geológicas características de México, una especie de dolina con una extensa historia, creada en el Pleistoceno, y típicos sobre todo en la península de Yucatán. Pero, ¿Qué es exactamente un cenote?
Este accidente geográfico de origen kárstico -relieve que toma forma tras la meteorización química de las rocas- se forma cuando, dentro de cavernas y cuevas profundas, los techos se derrumban, creando un estanque más o menos profundo. Cuanto más longevo es el cenote -que es una formación transitoria, dado que se transforma de manera constante-, el «daño» que el agua ha hecho en sus paredes y techos es también mayor. Por lo tanto, un cenote maduro habitúa a estar más abierto, mientras que los jóvenes suelen ser subterráneos, o formar parte de una gruta.
Esta estructura geomorfológica se formó durante la bajada de nivel de los océanos durante los pulsos glaciares del Pleistoceno. La palabra cenote, sin embargo, tiene su origen etimológico en la cultura maya, quienes lo describían simplemente como «caverna de agua».
Al parecer, esta cultura milenaria veía cenotes como el de Chichén Itzá a modo de lugares sagrados, donde se llevaban a cabo incluso sacrificios, así como importantes extracciones de agua. No en vano, los cenotes de la península de Yucatán parecen tener una interconexión subterránea, que los conduce directamente al mar. Los cenotes de otros países del mundo, como Australia, son conocidos por otros nomenclaturas, como, por ejemplo, ‘agujeros azules’.
Normalmente, el agua de los cenotes es muy clara, dado que la lluvia se infiltra poco a poco desde el suelo, con un contenido muy bajo de materia. Así, algunos de ellos tienen una flora y fauna muy particular, albergando un buen número de animales y, sobre todo, plantas de agua dulce en vías de extinción.