¿De dónde viene la tradición de abrir una botella de champagne cuando se gana?

La costumbre de agitar y descorchar una botella de champán o cava para celebrar una victoria proviene del mundo del motor. Cuando se produjo por primera vez ya existía el brindis, pero es obvio que duchar a los presentes con champagne es una forma más clara de demostrar la alegría que conlleva un buen triunfo.

La primera referencia del champán en el deporte data de 1907. En junio de este año dio comienzo en Pekín una exclusiva carrera automovilístiva organizada por el periódico francés Le Matin. El objetivo de esta competición de verano era que los participantes llegaran a París desde Pekín con su automóvil fijando cada uno su propio recorrido. Solo 5 llegaron a salir desde Pekín. El ganador fue el príncipe Borghèse, aventajándole en una semana al siguiente en llegar. El 30 de agosto se celebró la llegada de los 5 participantes, regalándosele al príncipe Borghèse una preciada botella de champagne por su victoria.

> Ver periódico Le Matin de 11 de agosto de 1907 recogiendo la victoria del día anterior
> Ver la edición de 31 de agosto de 1907 en la que se ve la entrega de la botella de champán y el brindis

Esta entrega de champán al vencedor sería tomada como referente posteriormente en la celebración de triunfos deportivos, siendo en 1967 cuando a Dan Gurney se le ocurrió agitar y duchar en champán a los allí presentes. La reacción de euforia fue comprensible, ya que había ganado en 24 Horas Le Mans y a ese triunfo había que sumarle victorias de carrera en otras competiciones: Indy Car, NASCAR, Can-Am, Trans-Am Series, WSC y F1 (Formula 1). En 1967 se convirtió en el primer piloto en ganar carreras en tantas competiciones y había que celebrarlo de una forma original.

Por tanto, sesenta años (1907-1967) tuvieron que transcurrir desde el primer regalo de champagne por una victoria deportiva (automovilística) hasta que a un campeón se le ocurrió agitarla y provocar la ducha de champán. Desde entonces, se fue haciendo cotidiano este gesto progresivamente. Desafortunadamente, la espontaneidad de simbolizar la euforia y alegría se ha transformado en un acto que lo único que representa es una celebración obligada en la que los fines publicitarios son indiscutibles.