Una granja sin tractor es como un prado sin flores. No en vano, pocas granjas modernas podrán encontrarse en nuestros alrededores sin este aparato autopropulsado que tanto ayudó a mejorar las cualidades de vida del campo, mecanizando tareas de carga -antiguamente hechas por bueyes y mulas- así como ayudando también en la construcción, movimiento de tierras o, por supuesto, incluso la agricultura. Entre sus características se encuentran la adherencia al terreno y su fuerza mecanizada. Pero, ¿quién inventó el tractor?
Los primeros tractores se implementaron en las granjas a principios del siglo XIX, aunque no eran ni mucho menos como los conocemos hoy en día, sino más bien maquinarias portátiles que funcionaban a vapor. El primero usado con gasolina/petroleo lo inventó John Froelich en 1892 en el Condado de Clayton (Iowa). Tras lograr la patente, el ingeniero fundó la Waterloo Gasoline Engine Company, primera empresa en vender tractores a gasolina que, no obstante, caería en la quiebra tres años más tarde.
Otros nombres pioneros en los primeros tiempos de los tractores fueron Charles Hart y Charles Parr de la Universidad de Wisconsin, que incluyeron el motor de gas; William Paterson, con un motor de tracción de gas; Dan Albone, y John Deere. Aunque el verdadero paso adelante lo dio el ilustre Henry Ford, quien empezó a fabricar y comercializar tractores en serie Fordson -a través del fordismo– en 1907. Se volvieron más pequeños y asequibles. Tal fue el éxito, copando el 77% del mercado estadounidense, que acabaron siendo exportados a Europa tras la Segunda Guerra Mundial. A partir de ese momento, el campo estuvo motorizada para siempre. Los tractores se tornarían en parte indispensable del nuevo paisaje rural.
La palabra tractor -utilizada también en inglés-, por su parte, tiene origen etimológico en el latín, como sustantivo de trahere (o tirar). La primera vez constancia de la palabra escrita para definir «un mecanismo o vehículo para tirar vagones o arados» fue en 1901.
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