Las fórmulas para aplicar la pena de muerte han sido muchas y muy variadas a lo largo del tiempo. Una muy popular fue la guillotina, casi un emblema en tiempos de la Revolución Francesa, y entre las que aún se usan en la actualidad es especialmente famosa la silla eléctrica, el método preferido en los Estados Unidos de América. ¿Te suena el garrote vil?
El garrote vil fue una máquina empleada para aplicar la pena capital en España y algunas de sus colonias americanas entre 1820 y 1978. Este último año se aprobó la Constitución Española y desapareció casi por completo, aunque aún se extendería su uso una década más con severas restricciones.
Aunque el garrote vil sufrió distintas modificaciones, en su formato más habitual y evolucionado consistía en un collar de hierro unido a un tornillo con una bola en el extremo. Este sistema sustituyó a la horca y, si bien se decía de él que provocaba una muerte instantánea, lo cierto es que no siempre era así.
Lo que hacía el verdugo para acabar con la vida del reo era girar el tornillo hasta aplastar el cuello de la víctima y lograr su muerte por estrangulamiento. En concreto, lo que provocaba esta máquina era la dislocación de la apófisis de la vértebra axis sobre el atlas en la columna cervical.
Las muertes por garrote vil solían ir acompañas de una peculiar puesta en escena que variaba de unos casos a otros. Normalmente los condenados solían ser transportados hasta el lugar de la ejecución en mulas o burros y todo ello era anunciando con unos tambores llamados “cajas destempladas”.
Uno de los últimos ejecutados en España por garrote vil fue el conocido anarquista y antifascista catalán Salvador Puig Antich (1948-1974), condenado a muerte por el homicidio del policía Francisco Anguas Barragán.