Las encuestas electorales sirven como termómetro para medir la intención de voto de los electores hacía uno u otro partido político y son una buena radiografía que muestra la evolución del voto pero, ¿te has preguntado cómo se elaboran este tipo de encuestas? No es tan sencillo como crees, pues no basta con preguntar y apuntar la respuesta en un papel, ya que habrá que tener en cuenta una serie de variables.
Para empezar, habrá que establecer el número de encuestados teniendo en cuenta el universo poblacional sobre el que nos movemos, lo que determinará el error muestral (nivel de confianza de la encuesta, que por lo general es del 95%). Asimismo, habrá que determinar el tipo de encuesta que se realiza (telefónica, en persona o por correo postal), y posteriormente elegir el tipo de encuestado, ya que no todos los encuestados podrán ser jóvenes o mujeres, tendrá que tener un equivalente con el universo poblacional sobre el que uno se mueve para realizar la encuesta (aquí se incluye además de sexo y edad el nivel socioeconómico, el entorno en el que vive…).
Al encuestado se le realizará un completo cuestionario en el que el orden de las preguntas y el trato del encuestador serán fundamentales, para evitar que por parte del encuestado se falseen los datos.
Posteriormente, una vez realizada la encuesta, llega la fase de cocina. En esta fase de la encuesta se tratan de esclarecer algunas incógnitas que han aparecido durante la elaboración de la encuesta, como el alto número de indecisos o el de aquellos que se niegan a expresar a qué formación política votarían. A través de diversas técnicas (la demoscopia es un mundo en sí mismo) el sociólogo trata de acercarse a la realidad que en muchas encuestas no se ve a primera vista. Y es que muchos ciudadanos tienden a ocultar su voto, ya sea por vergüenza o por otros motivos.
Tras esta fase, ya se puede dar por concluida una encuesta electoral y mostrar los resultados al medio de comunicación u organización política que lo haya encargado.