Seguro que más de una vez has oído hablar de la Teoría de la relatividad y, si no, probablemente conozcas alguna de sus muchas aplicaciones: La energía nuclear, los GPS, el conocimiento del espacio y de las estrellas o la devastadora bomba nuclear.
El término “Teoría de la relatividad” fue formulado por Albert Einstein en 1905 y pertenece al campo de la física, es decir, la ciencia que explica las propiedades de la materia y de la energía. O lo que es lo mismo: el funcionamiento de los objetos inanimados. Esta teoría se basa en tres principios fundamentales.
El primero es el principio de equivalencia. Viene a decir que “un sistema inmerso en un campo gravitatorio es puntualmente indistinguible de un sistema de referencia no inercial acelerado”. Suena complicado pero es mucho más sencillo de lo que parece: Imagina que te encuentras mirando por la ventana de un segundo piso y ves caer dos piedras que dos amigos han soltado desde la azotea casi al mismo tiempo. Para ti pasan a toda velocidad porque estás quieto en un punto. Pero, durante el trayecto, la velocidad de una piedra no dista de la de la otra. Están a la misma distancia mientras están cayendo porque la velocidad es la misma.
El segundo es el principio de la curvatura del espacio-tiempo. Viene a decir que las cosas que están dentro de un campo gravitacional tienen una trayectoria curva. Cuando un objeto tiene mucha masa (o lo que es lo mismo, es muy pesado), atrae a otros objetos hacia sí. Y, si estos objetos se están moviendo, esa trayectoria se verá afectada por este campo de gravedad y no será recta. Es decir, si un meteorito pasa cerca del sol, su camino se verá ligeramente modificado por haber pasado cerca de un cuerpo con un gran campo gravitacional.
El tercer principio es muy sencillo. Se llama principio de covariancia, y dice que las leyes de la física tienen la misma forma en todos los contextos. Es decir: La ley de la gravedad, por ejemplo, está presente en todos los ámbitos: el espacio, el agua, el aire…
Inagotable su sabiduría ¡¡¡¡