A nadie le gusta envejecer. A casi nadie. La pérdida de movilidad, el cansancio, el aspecto de nuestra piel, los achaques… todos preferiríamos conservarnos en la plenitud de la juventud, enérgicos y pletóricos; con salud y lozanía, pero el envejecimiento es un proceso más de nuestra vida y debemos aceptarlo tal cual, como viene.
Una cosa es no querer y otra muy distinta: temer. Cuando alguien se obsesiona con los cambios de la edad, y manifiesta un miedo incontrolable, padece gerascofobia. Esta fobia se define como un persistente, anormal e injustificado miedo a envejecer. Quienes padecen gerascofobia suelen ser personas ansiosas y narcisistas, con un excesivo apego a los bienes materiales y a la estética en general. Cuando ven que no pueden luchar contra los efectos del paso del tiempo se desesperan y angustian, llegando a obsesionarse.
Afortunadamente, la gerascofobia es un trastorno poco frecuente. La vida tiene sus fases y es inevitable luchar contra ello. La vejez, además, es ahora una época dulce y plena para muchos mayores. Lejos de rehuirla, debemos aceptarla y disfrutarla.