A medio camino entre deporte y filosofía de vida, el Parkour es una disciplina que consiste en desplazarse de un punto a otro con fluidez, contando únicamente con la ayuda del propio cuerpo. Así dicho, parece no tener demasiado atractivo, pero sí que lo tiene. Y mucho. Porque el Parkour resulta tan arriesgado para quienes lo practican como espectacular para quienes lo observamos desde la distancia.
El Parkour no es algo menor. Es, ni más ni menos, que el arte de desplazarse. Con agilidad. Con destreza. Con elegancia. Y sorteando todo tipo de obstáculos. Desde muros y paredes, en ambientes urbanos; hasta ríos, árboles o rocas, en zonas más rurales.
A los traceurs y traceuses -así se conoce a quienes practican el Parkour– les va la marcha. Están en forma, depuran su técnica y derrochan recursos en todos y cada uno de sus movimientos. La calle es su hábitat y las ganas de superarse, una máxima a la que no están dispuestos a renunciar.
En el Parkour no se compite más que con uno mismo. Pero claro, es que no existe ningún rival más exigente que uno mismo.
Recepciones, reversos, saltos, volatines, equilibrios… qué más da.
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