La corriente artística del impresionismo encontró en la pintura uno de sus principales cauces de expresión. Artistas franceses tan reconocidos como Fréderic Bazille, Claude Monet o Pierre-Auguste Renoir forman parte de esta corriente que se caracteriza por el uso de pinceladas grandes y cortas, así como colores claros y puros que llenaban de luminosidad las obras. Entre los pintores españoles, destaca la figura de Joaquín Sorolla. En este post explicamos las claves de su pintura.
Joaquín Sorolla y Bastida (1863-923) fue un prolífico artista valenciano que dejó más de 2200 obras catalogadas. Su pintura madura ha sido etiquetada como impresionista, postimpresionista y luminista. Reúne todas las características de este periodo que, previo a su nacimiento, ya estaba en pleno apogeo en Francia. El gusto por el aire libre; la búsqueda de lo efímero y fugaz; los efectos de la luz así como la ausencia del negro y de los contornos son las claves de una obra ejecutada también a partir de pinceladas sueltas e independientes.
Desde su juventud, Sorolla se interesó por la pintura al aire libre con la que se esforzaba por captar la luminosidad de la huerta valenciana y las playas mediterráneas. Entre sus temáticas predilectas cobran especial relevancia los paisajes levantinos de ambiente costero, siempre vinculados a la presencia humana y en los que la luz juega nuevamente un papel fundamental. ‘Paseo por la playa’ (1909) o ‘Niños en la playa’ (1910) representan un claro ejemplo de estas características.
El pintor valenciano destaca, a su vez, por su etapa como retratista. Personajes de la talla de Cajal, Galdós, Machado, Blasco Ibáñez y políticos como Emilio Castelar o el rey Alfonso XIII posaron para él. Tras su muerte, su casa de Madrid fue abierta al público convertida en el actual Museo Sorolla.