Las 10 mejores películas sobre televisión

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La televisión está muy presente en nuestra rutina, desde la mañana a la noche. Nos influye, nos afecta y nos cambia los horarios. Detrás de sus grandes platós y ficciones exitosas, sus bambalinas -o backstage, para los angófonos- sus bambalinas también son un mundo fascinante. Un universo plagado de entresijos que ha dado para todo tipo de narraciones, tanto en la pequeña (‘Mary Tyler Moore’, ‘El show de Larry Sanders’, ‘Extras’, ‘The Newsroom’, ’30 Rock’, ‘Studio 60’, ‘Dead Set’, ‘El Show de Dick Van Dyke’…) como en la gran pantalla. Las noticias, los concursos, las series y programas de entretenimiento, La televisión está muy presente en nuestra rutina, desde la mañana a la noche. Nos influye, nos afecta y nos cambia los horarios. Detrás de sus grandes platós y ficciones exitosas, sus bambalinas -o backstage, para los angófonos- sus bambalinas también son un mundo fascinante. Un universo plagado de entresijos que ha dado para todo tipo de narraciones, tanto en la pequeña (‘Mary Tyler Moore’, ‘El show de Larry Sanders’, ‘Extras’, ‘The Newsroom’, ’30 Rock’, ‘Studio 60’, ‘Dead Set’, ‘El Show de Dick Van Dyke’…) como en la gran pantalla. Las noticias, los concursos, las series y programas de entretenimiento, Network (Un mundo implacable) (1976) de Sidney Lumet

‘Network’ no solo es una de las películas más estremecedoras y geniales de la década comprometida de Hollywood, sino que es también una mirada pesimista a los preocupantes signos de deterioro que comenzaban a dar los informativos. Su profecía es tan certera, que asusta. Las predicciones incluyen además una temprana crítica a los reality-shows -o docushows, a favor del eufemismo-, donde un grupo de terroristas femenino es perseguido por un equipo de televisión las 24 horas del día. Fenómeno que no tardaría en explorar Albert Brooks en ‘Real Life’, otra adelantada a su tiempo. Al grito de «I’m as mad as hell, and I’m not gonna take this anymore!» («Estoy más que harto, y no quiero seguir soportándolo»), un presentador de noticias «serias» (Peter Finch) se convierte en profeta entre los estadounidenses, a través de una pantalla que ya no tiene ningún problema en ser neutral o tratar de informar. De él beben algunos de los locutores más rimbombantes del panorama estadounidense actual, plagado por los ciclos de noticias 24 horas. Al más puro estilo Glenn Beck. Los informativos son ahora otro espectáculo más. La audiencia ha de ser captada por cualquier medio. Pocas películas se mantienen tan frescas como la obra maestra de Lumet.

 

Buenas noches y buena suerte (2005) de George Clooney

En el lado opuesto de la baraja, se encuentra la carrera de Edward R. Murrow (David Strathairn), periodista y presentador modélico que luchó contra viento y marea -contra su cadena, anunciantes y la propia presidencia- por poder dar las noticias noche tras noche. El característico blanco y negro nos trasporta directamente hasta los estudios de las noticias de CBS, donde el equipo de Murrow se enfrenta cara a cara con el McCarthysmo y las listas negras contra los comunistas, nunca desistiendo y con un público corte de mangas a la autoridad. Una muestra de por qué el periodismo, todavía hoy, puede seguir siendo una profesión a la que aspirar, una vocación que seguir. Incluso aunque la perspectiva de Murrow y Clooney parezca, en los tiempos que corren, poco menos que utópica.

 

Quiz Show (El dilema) (1994) de Robert Redford

Los concursos son uno de los formatos más clásicos de la pequeña pantalla. Habitualmente blancos, familiares, didácticos y muy entretenidos, esconden en sus entrañas un entramado universo de trampas, traiciones, engaños, competitividad enfermiza y, por supuesto, la eterna lucha por atrapar las audiencias. La mentira está a la orden del día. Eso es, al menos, lo que intenta narrar este film que tiene como protagonista a un magnífico John Turturro. El eterno secundario se pone en la piel de uno de los vencedores con sabor a récord de un famoso concurso de la televisión. Uno que, sin ser muy brillante y con la inestimable ayuda de los productores, ha forjado un puesto fijo en su programa favorito. La fama y la popularidad llena su vida, hasta que un día la cadena se cansa de su imagen desarrapada y decide poner en primera plana a un concursante (Jude Law) mucho más atractivo y de buena familia, que también necesita, no obstante, de un ‘empujoncito’ con sus respuestas. Este evento hace saltar la chispa de una de las grandes mentiras -basada en hechos reales- de la televisión estadounidense.

 

Magnolia (1999) de Paul Thomas Anderson

Una de las historias interconectadas más interesantes de este film es la protagonizada por William H. Macy, antiguo niño prodigio de un concurso televisivo que, desde que fue eliminado del famoso programa, cayó en la miseria más absoluta. Frente al «What Do Kids Know?» sigue, además, aquel presentador, Jimmy Gator (Philip Baker Hall), quien, tras más de tres décadas conduciendo el mismo show, está cansado de poner buena cara frente a las cámaras. Su monótona rutina la suple con alcoholismo. Fórmula perfecta para olvidar un cáncer, el adulterio y una muy conflictiva relación paternofilial. Uno de los rostros más famosos de América es también uno de los más miserables. Algo extrapolable a esos presentadores estadounidenses imperecederos, como Alex Trebek (Jeopardy) y Bob Baker (El precio justo), que han tenido notables altibajos en su vida personal. También frente a las cámaras se encuentra el niño prodigio y actual ganador del concurso. Un superdotado que, por contentar a su padre, se pasa el día estudiando en la biblioteca. La presión de su familia por triunfar es agobiante, y su estado de animo está a punto de explotar. En directo. Visto el certero conocimiento de la pequeña pantalla que Paul Thomas Anderson demuestra en su obra, a nadie extraña que, antes de hacerse cineasta, el director fuera asistente de producción del programa ‘Quiz Kid Challenge’, experiencia en la cual basó gran parte del film. La depresión está a la orden del día.

 

Al filo de la noticia (Broadcast News) (1987) de James L. Brooks

El carisma y la química entre William Hurt, Albert Brooks y Holly Hunter, además de los viperinos diálogos de James L. Brooks, ponen la guinda a uno de los films más infravalorados de los ochenta. Tras años rompiéndose los cuernos en las calles, un veterano reportero ve en la jubilación del presentador de noticias estrella (cameo de Jack Nicholson), una oportunidad única para graduarse en la mesa de informativos. No obstante, y pese a su amistad con la nueva productora ejecutiva (de la que está perdidamente enamorado), su talento e inteligencia no son suficientes para convencer a los magnates. La belleza de un joven dispuesto a  comerse el mundo, pero con un coeficiente intelectual más bien limitado, da mucho mejor frente a la cámara. La escena cumbre: una en la que el personaje de Brooks se tiene que hacer con las noticias inesperadamente, lo que lo empuja a uno de los ataques de sudor más épicos de la historia de la gran pantalla.

 

Anchorman (El reportero) (2004) de Adam McCay

Esta mirada gamberra de las televisiones locales, demuestra que no siempre nos deberíamos tomar con seriedad el universo catódico. Homenajeando sin rubor a las oficinas de Network, Will Ferrell y su director fetiche se trasladan a los 70 en otra eterna lucha por hacerse con la mesa de presentador de noticias –vista también, por ejemplo, en ‘Como dios’. Bajo la mirada de la inminente incorporación de la mujer  al mundo laboral (representado por el personaje mucho mejor preparado de Christina Applegate), este universo dominado por hombres está a punto de dar un vuelco. Dispuestos a probar la valía en esta guerra de sexos, la televisión local se prepara para dar cobertura a la gran noticia del año: el parto del panda más icónico de la ciudad californiana. En tal clásico de culto para los amantes de la comedia se ha convertido el film, que la secuela ya ha comenzado a rodar. Sea como fuera, ‘Stay classy, San Diego’.

 

El desafío – Frost/Nixon (2008) de Ron Howard

No pocas veces ha hecho historia el apasionante género de las entrevista televisiva. A un lado del ring, esos brillantes y admirables periodistas dispuestos a hacer todas las preguntas. A no parar, como si de fiscales se trataran, hasta lograr la respuesta necesaria. Al otro, esos políticos tan dados a irse por los cerros de Úbeda, a los que se debe camelar hasta que queden encajonados por sus propias palabras como por arte de magia, creando un doloroso dolor de cabeza en sus decenas de asesores. Una de las más míticas es, sin duda, la larga serie de entrevistas hechas por Robert Frost (Michael Sheen) al ya ex-presidente Richard Nixon (Frank Langella), que tenía tantos conflictos a sus espaldas como pocos argumentos para explicarlos. Pocos cara a caras han sido más tensos, impredecibles, teatrales e interesantes como éste.

 

Mi año favorito (1982) de Richard Benjamin

Los programas de variedades son uno de los grandes artes (casi) muertos de la historia de la pequeña pantalla. Un formato televisivo que, mezclando humor y música, dio cabida a algunos de los grandes talentos del siglo XX. Un modo de hacer televisión que, por desgracia, hoy en día está casi extinto. Desde el 30 Rock (el treinta del Rockefeller Plaza, donde se encuentra NBC) hasta los platós más famosos de la época, todo es icónico en esta cinta situada en 1954, donde la televisión era en directo y la comedia era la reina. El protagonista, un guionista humorístico emergente (Mark Linn-Baker) encargado de cuidar y controlar durante el fin de semana a su ídolo, la inconmensurable estrella cinematográfica (Peter O’Toole), invitada a su programa el sábado de autos, a las 20:00. El argumento se basa en una fatídica experiencia para el productor Mel Brooks. En su juventud, el responsable de ‘El jovencito Frankenstein’ tuvo que cuidar de Errol Flynn, quien preparaba una aparición especial en el legendario show de sketches de Sid Caesar. Mientras que el personaje de O’Toole se basa en el eterno Robin Hood, el protagonista toma inspiración tanto de Brooks como de Woody Allen, quien también dio sus primeros pasos en el Rockefeller Center. Estamos convencidos de que ésta es una de las cintas favoritas de Tina Fey.

 

Un rostro en la multitud (1957) de Elia Kazan

La fama cuesta. Eso bien lo sabe el protagonista de ‘A face in the crowd’. Pero no solo el argumento de este cinta circula alrededor de las bambalinas de una televisión primigenia, en la denominada edad de oro, sino que tiene como cabeza de cartel a una de las grandes estrellas jamas salidas de la caja catódica: Andy Griffith. Actor que, sin embargo, no consiguió forjarse un nombre fuera de las fronteras estadounidenses. El protagonista es sacado súbitamente de su Arkansas natal para ser lanzado directamente al estrellato, a través de ese dispositivo que hace estrellas tan fácilmente como las desecha. Todo dará un vuelco cuando después de insultar a una marca de colchones, el sector publicitario se le eche a la cabeza. Poco hay más importante en la pequeña pantalla que respetar a la publicidad que da a todos de comer, pese a que muchos se resistan al poder de los productos. La política, la responsabilidad cívica, la confianza publicitaria y la Coca-cola en esta dramática sátira sobre el mundo de los medios.

 

El Show de Truman (1998) de Peter Weir

Empezábamos con las predicciones más escalofriantes influidas los reality-shows, a la sombra de ‘An American Family’, y terminamos con una visión mucho más moderna, donde el concepto se multiplica por mil. Una ciudad entera actuando para que Truman (Jim Carrey) crea que vive en la vida real, en una América perfecta sacada de una película de los 50. El mundo entero está pendiente de espiar la rutina de este personaje. Una vida diaria que no por aburrida es menos interesante. Pero, un día, el protagonista comienza a darse cuenta de que algo no funciona como debería… Es casi imposible ver esta película y no entrar en un bucle infinito de paranoia donde creer que todos están observando, no pudiendo hacer nada sin pensar que hay cámaras a tu alrededor. Otra profecía terrorífica que, al ritmo que los realities se han ido expandiendo, no es tan de ciencia-ficción como lo parecía a finales del siglo XX. Hemos alimentado demasiado al monstruo, y, años después, nos planteamos de nuevo la misma pregunta, una y otra vez: ¿Vale todo por entretener y enganchar a la audiencia? ¿Hemos llegado ya demasiado lejos?

2 opiniones en “Las 10 mejores películas sobre televisión”

  1. De todas las películas sobre televisión (sorprendente) solo he visto Buenas noches y buena suerte. Y digo sorprendente porque he visto mucho cine desde casa. De alguna manera, pienso, ese genero -si puede llamarse así- y que engloba a mi parecer películas sobre periodismo, política y cuestiones parecidas, sufren un cierto desinterés por parte del publico porque es mostrar el juguete de los sueños desde dentro. Algo que a la mayoría de los espectadores no desean conocer.
    En el fondo somos críos, niños que quieren mirar la pantalla y dejarse entretener y seducir a veces, sin conocer las miserias de esa «Disneylandia» de la que dependemos y a la que en el fondo veneramos. Desde luego intentaré remediar esta laguna cinematográfica. Saludos

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