El uso de la sal (cloruro sódico) es habitual para garantizar la seguridad vial y evitar el colapso en las ciudades cuando nieva. Esta sustancia es esparcida a paladas o con vehículos especializados en zonas de grandes nevadas y, gracias a sus propiedades, es igualmente eficaz antes y después de que las anteriores se produzcan. ¿Por qué la sal derrite la nieve?
El cometido de la sal es mezclarse con el agua para, gracias a una propiedad física conocida como descenso crioscópico, rebajar el punto de congelación. El agua por sí misma se convierte en hielo a 0 grados Celsius, pero si la mezclamos con sal, podemos romper su equilibro molecular y conseguir que dicha congelación se produzca a una temperatura inferior.
En realidad, la sal no derrite la nieve. No acaba con ella mediante la aplicación de calor, sino que la disuelve -este término es más apropiado- gracias al fenómeno señalado. Y como decíamos en el primer párrafo lo puede hacer antes (se suele echar de forma preventiva) o después de una nevada, siendo en este último caso útil para que el hielo desaparezca con mayor celeridad y que el agua se mantenga en estado líquido a temperaturas más bajas de las habituales.
Siguiendo con la sal, ¿sabes que es imprescindible para el organismo humano? ¿Y que en la antigüedad se utilizaba en rituales religiosos? ¿Y si te decimos que ciudades como Salzburgo (Austria) y Salzgitter (Alemania) se llaman así por su relación con la producción y comercialización de la sal?