La ciudad marroquí de Marrakech no sería la misma, ni parecida, sin la existencia de la Plaza de Jamaa el Fna. Patrimonio Oral de la Humanidad y destino turístico por excelencia, este espacio de valor inabarcable concentra como pocos la esencia de las culturas árabe y bereber, al tiempo que embelesa con su magia a todos aquellos que lo visitan.
La Plaza de Jamaa el Fna no es la más grande, ni tampoco la más bonita. No sorprenden los edificios que la cobijan y ni siquiera cuenta con una forma regular. Si este lugar es especial es por su valor humano, por el ir y de venir de la gente a lo largo del día, por ser la meca de la reunión social, un zoco de extravagancias y experiencias inolvidables.
Jamaa el Fna es una plaza para pisar y experimentar; para dejarse llevar y soñar temporalmente con mil y una noches de embrujo y color. Entre cafés de estética afrancesada, puestos de frutos secos y el mejor zumo de naranja del mundo; rodeados de cuentacuentos, sacamuelas, músicos de aquí y de allí, encantadores de serpientes y titiriteros de quita y pon.
Sonidos seductores, llamadas a la oración, el cruzar de los andantes, el serpenteo más intrigante, los juegos de azar… Jamaa el Fna es, sin duda, un destino singular. Sobre todo por la tarde, o, mejor aún, cuando cae el sol y la plaza se llena de humo y brasas. Es la hora de cenar. Pinchos morunos, cous cous en su punto, tajines de mil sabores,… El tipismo más auténtico en la plaza más adictiva que puedas imaginar.